PACIFICADORES.

Así son los yankis, han puesto un país, Irak, patas arriba, han creado una guerra cruenta y han lanzado a todas las facciones de ese país unas contra otras; han creado un odio, un dolor tan profundos que durante décadas va a seguir el derramamiento de sangre.

Pero, para ellos se acabó, ya no es rentable mantener sus tropas en aquella olla a presión, ya se han quedado toda la riqueza del país y una vez asegurados los pozos petroleros y los oleoductos tomados al asalto, aquello de la «pacificación» del pueblo irakí.se ha ido por el retrete.
Ahora lo que esta de moda es ir a matar a Afganistán que a parte de burkas y talibanes tienen petróleo, gas, diamantes, piedras preciosas varias. litio, etc.
Y esas cosas desencadenas guerras entre hermanos, así que los americanos muy en su papel «pacificador» van a llevarse todo aquello, no sea que les de la avaricia a los afganos y se hagan daño.
Malo será que los lugareños destruyan los yacimientos para evitar la visita de tan buenos invitados, hay que darse prisa.
Así son ellos, una madriguera de hormigas asesinas, una marabunta que mata a sangre y fuego a cualquiera que posea algo que ella desee.
Lo que me parece alucinante de las guerras es que uno se pone a pensar en quien gana y ciertamente los números no cuadran.

A ver, ¿podríamos decir que gana el que mas soldados mata al contrincante?, ¿quizá el que menos bajas tiene?; y en caso de que sean los últimos será una cuantía absoluta o porcentual?.
Nada, no hay quien se aclare y dado que la muerte, el homicidio es algo tan inmediato, me da a mi que no ha de tener demasiadas sutilezas.
Entonces me puse a reconstruir los hechos de la contienda mentalmente, creo que veo demasiadas series yankis.
Empecé por los contendientes; dos ejércitos de hombres dispuestos a matar, asesinos a sueldo a las órdenes de unos tipos adiestrados para hacer que los otros maten todo lo que puedan, de momento la balanza está nivelada.
Se lían a tiros de sol a sol, cae de todo menos flores y los muertos se cuentan por decenas de miles en ambos lados de la trinchera; seguimos empates.
Embate a embate, el cesto de los asesinados sube y sube, llega un momento en el que se amontonan las bajas de ambos contendientes en el mismo montón; asesinos sí, discriminadores jamás que eso hace feo.
Y de pronto cuando se prepara en choque final, cuando ambos ejércitos van con todo, observo las tropas formadas y observo a sus adalides pasar revista acompañados de políticos y representantes de la sagrada madre iglesia, que no falte de nada.

Me viene a la memoria el hecho de que a lo largo de la historia los jefes de los asesinos hacen bendecir sus banderas, sus ejércitos y sus caudillos, también he observado que ambos curas invocan solemnemente al mismo Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo queriendo contar para su causa con el beneplácito divino.
Y uno mientras observa a dos curas idénticos, entonando cánticos idénticos, con sotanas idénticas, en un latín idéntico; y ve lo único que cambia es el bando, se da cuenta de que acaba de descubrir quién es el único que gana con estas cosas.
Ya decía yo que tanto insistir con el mandamiento «No matarás» indicaba que los curillas, que son muy listos ya sabían nuestra natural querencia por hacer sitio a tiros.
Tenían que ser ellos.