VÁYASE SEÑOR MENTIROSO

«Esta es la España que nos deja Zapatero», decía el candidato, hoy presidente del país.
«Ésta es la España que nos trae Rajoy», decía el tipo raro que pusieron de candidato, hoy candidato increíble a la presidencia.
Llamadme loco, pero esas dos Españas se parecen de una forma bárbara, vamos, si no fuese porque se odian tanto, pero tanto, tanto; yo diría que son la misma lamentable estampa y que siguen gobernando los mismos ladrones de siempre.
La verdad es que al día siguiente de las elecciones el primer cambio que me encontré fue uno de esos trenecitos de pega, lo que viene a ser un puesto de castañas que el día anterior no estaba.
Pues sí que cambian las cosas rápido, pensé, he aquí a las PYMEs tirando del carro desde primera hora.
Así que dirigí mis pasos con una especie de alegría saltarina en la barriga hacia la estación de cercanías, la que me lleva derechita al trabajo todos los malditos días del mes.
No podía ser, algo debía de estar funcionando mal, la castañera debía ser la número uno de los cinco millones de puestos de trabajo que iba a crear el actual y flamante nuevo presidente en cuanto clavase sus garfios en la poltrona.
¿Dónde están los otros cuatro millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve?
El maldito vagón va más vacío qie el ojo del pirata malo, ni rastro.
Pero el equipazo de técnicos en economía y empresas varias, esas personas que en nuestro círculo cultural llamamos «amiguetes», han dado con la clave del desastre y se van a poner manos a la obra de inmediato.
Van a perseguir a esos parados estafadores de mierda de sesenta años, que no cobran un euro, faltaría más, y que se están haciendo de oro a base de hacer chapuzas a domicilio y de tapadillo.
Seguro que les llueven las ofertas, están que lo petan de trabajo, como el resto del país.
Esos según el ministro Montoro son el cáncer de la economía española, según ese tipo que necesitó ocho años para sacarse la tésis de su carrera.
No lo digo porque esa sea una razón para tomarle por membrillo e incompetente, más bien sería por meticuloso o simplemente por culoso, o sea por ir de culo.
Lo que vienen a dejar claro es que al que contrata a un obrero por dos perras riéndo a carcajadas mientras se frota los bajos con la ley laboral, a ese que «rescata» a un parado, lo obliga a hacerse autónomo y lo pone a trabajar en esas condiciones defraudando cifras con seis ceros detras de un número natural mayor de dos en dinero negro y realizando trabajos sin factura; a ese no le va a mirar ni de reojo, que siga la fiesta.
Menos mal que a esa parva de obreros estafados siempre les quedará el consuelo que ofrece ese insano placer que da ver que aquí sufre todo el mundo; siempre podremos buscar a alguien más jorobado que nosotros para consolar nuestra desazón.
Luego nos quejamos y nos indignamos cuando un reportero de algún país extranjero hace cualquier tipo de comentario sobre nuestro modo de ser o de actuar.
No se que pretendemos que cuenten de un país tan estupendo que ha pasado de tener al peor presidente de la historia de la humanidad a colocar en su lugar al tipo que perdió, no una, sino dos veces contra él.
¿Qué pretendemos que alaben nuestra inteligencia?
Un presidente que desde que se ha hecho con el badajo de mando no ha hecho más que cometer terrorismo económico contra su país y contra las gentes que tanto ansiaba gobernar con operaciones especulativas desvalijando España y vendiendo las empresas del país, de los españoles a sus amigos.
¿Acaso esperábais otra cosa?
A mi cuando leí y escuché en las noticias a sus correligionarios llamando «maricones» a los homosexuales, peseteros a los catalanes, vagos a los andaluces y aprovechados a los parados, ya me pareció que lo que nos venía encima, era lo que merecíamos.
Una etapa que se va a prodigar en sembrar odio y resentimiento, en abrir heridas que nos va a costar muchas generaciones cerrar.
Y al final, ¡quién es nuestro presidente?
Un mentiroso, desleal a los españoles, que mintió para llegar al poder, que miente para mantenerse en él y que sigue mintiendo para tapar los gravísimos delitos de corrupción por los que han de ser procesados varios cargos políticos elgidos por el mismo.

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